UNIVERSIDAD VERACRUZANA.
Facultad de Arquitectura.
Materia: Teoría de la Arquitectura.
Catedrático: Dr. Arq. Daniel R. Martí Capitanachi.
Lecturas de apoyo.
Lo sagrado y lo profano. Eliade, Mircea.
Resumen.
El autor presenta una oposición entre la concepción del mundo, el espacio y el tiempo, del hombre y las sociedades religiosas respecto de las que no lo son; entre el mundo sagrado y el profano. En forma genérica, identifica al hombre primitivo como al religioso y al hombre contemporáneo como desprovisto de tal religiosidad, pero no como categorías absolutas, sino como los tipos más contrastantes.
Señala que para el hombre primitivo, religioso, la realización de actos y la producción de objetos conllevan un carácter trascendente a la simple satisfacción de necesidades, que se vincula más a un sentimiento de religiosidad y pertenencia a un orden cósmico, a una relación con Dios. En sentido opuesto, el hombre no religioso utiliza la razón para comprender el cosmos, no para pertenecer a él, y por ende, sus acciones y artefactos sólo llevan la finalidad que los engendra, desasociada de cualquier experiencia religiosa.
En lo que concierne al espacio, el autor siguiendo el mismo esquema de oposiciones, distingue entre espacio sagrado y espacio profano. En el primero, el hombre religioso ubica un centro que enlaza a la idea de origen del mundo, centro que sirve además de referencia para organizar el espacio restante y brindar orientación y significación a su experiencia; se trata de un espacio heterogéneo. Por su parte, el espacio profano es geométrico, homogéneo y neutro; carece de referentes que orienten al hombre y por ello es caótico; no obstante, el autor explica que esta categoría no existe en forma absoluta, ya que el hombre no religioso puede recurrir a hechos u objetos, personales o sociales, que le brinden la posibilidad de interrumpir la homogeneidad y construir orientaciones y significaciones propias, individuales.
El espacio es susceptible de consagrarse a través del rito o de ciertos objetos: el axis mundi, el umbral. El rito reproduce en el espacio el orden del cosmos creado por Dios; los objetos son referentes para la orientación y la organización, y constituyen el vehículo de acceso al mundo divino, el puente entre el mundo terrenal y el de Dios. Nociones etnocentristas como "ombligo de mundo", "axis mundi" e "imago mundi" son propuestas como ejemplo para ratificar las proposiciones anteriores.
Por lo que concierne al tiempo, los ritos conmemoran sucesos trascendentes: el origen, lo relativo al Dios; así, el tiempo mítico es necesariamente trascendente y religioso. La experiencia religiosa atrae tres momentos recurrentes: la generación, la muerte y la regeneración, que representan la intención del hombre de trascender a su existencia terrena y de acercarse a Dios y al cosmos al que pertenecen. Nuevamente Eliade opone esta intención del hombre religioso a la del profano, para el cual sus actos y experiencias sólo tienen razón de ser durante su vida y no más allá de ella.
Como corolario, el autor explica que el comportamiento del hombre no religioso es efecto de la pérdida de valores derivada de una degradación de la vida religiosa; de la ausencia de simbolismos y de rupturas a la homogeneidad de su tiempo y espacio, así como a su falta de aspiración a trascender a su vida terrena para acercarse a Dios.
Crítica.
El autor asume una posición de alta contrastación entre tiempo y espacio sagrados y profanos, aún cuando trata de presentar como relativas dichas oposiciones para no caer en dos categorías de contrarios radicales.
Las explicaciones son amplias en lo concerniente al hombre primitivo, mítico, religioso, y sólo por sentido contrario alude al hombre no religioso, al que generalmente ubica en la época contemporánea, carente de valores.
Recurre a una gran cantidad de ejemplificaciones antropológicas para reforzar sus proposiciones, lo que indica no sólo una amplia formación teórica, sino un vasto conocimiento de las costumbres humanas; sin embargo, a mi juicio, elabora generalizaciones sobre el hombre contemporáneo que no pueden ser válidas, en tanto que inferencias obtenidas en contraste a la conducta del hombre religioso.
No obstante, el propio autor señala que el texto no persigue más una separación clara entre ambas concepciones de mundo, sagrado y profano, objetivo que consigue con éxito.
Las vinculaciones a la arquitectura y la ciudad son especialmente valiosas cuando aborda al hombre primitivo y su sentido de pertenencia a un orden cósmico, al mencionar como sus actos y productos son consecuentes de tal sentimiento; al referirse a la ciudad como la ordenación de un lugar en medio del caos original, aporta un nuevo significado al concepto de ciudad, referido a su componente espacial, que es una nota de la que carecen la mayoría de las definiciones de ciudad.
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