lunes, 15 de noviembre de 2010

Literatura y Arquitectura. Manuel Maples Arce.

Fragmentos tomados del libro:
MAPLES Arce, Manuel.
Soberana juventud. Memorias II
Editorial: Universidad Veracruzana.
Xalapa, México, 2010.

Primer pasaje:

En aquella época el sentimiento revolucionario tomaba formas violentas de odio hacia el pasado que revestían actitudes iconoclastas. En el afán de destruir el ayer que había sido tan cruel para el pueblo, intentábase derribar hasta los edificios vinculados a tiempos que recordaban la opresión. De estas confusas apreciaciones estuvo a punto de ser víctima el palacio municipal, cuyo aspecto ruinoso facilitaba el deseo de demolerlo, reforzado por el encono contra el testimonio de épocas aborrecibles. Se olvidaba naturalmente el valor histórico y cultural que para la ciudad representaba este ejemplar arquitectónico, que, aunque modesto, tiene su propia prestancia y una significación extraordinaria como albergue nada menos que de esa institución popular que es el consejo municipal, uno de los primeros fundados en América.

Aún tengo viva la memoria la escena que presencié una tarde, mezclado a la multitud, desde el portal de la calle de Lerdo, cuando se preparaba la destrucción del histórico edificio. El jefe de armas, con toda la buena fe de quien quiere acabar con lo que él consideraba una reliquia de viejas formas opresivas, acaso con el deseo de levantar en el mismo lugar un mismo edificio, pero sin advertir que esas piedras constituían un legado que pertenece, por legítimo derecho, al pueblo y forman la herencia que ningún régimen debe destruir, arengó a la multitud y, simbólicamente, cogió la piqueta y asestó el primer golpe sobre el venerable monumento. Había en ese odio algo del furor que resplandeció en la revolución Francesa al destruirse la Bastilla, y de cuya retórica se han nutrido todas las revoluciones del mundo. Pero y, pese a mi juventud, discernía que al amparo de aquellos muros se habían resguardado los primeros representantes de la autoridad popular. Me parecía injusto pretender castigar aquella Casa Consistorial por las culpas de los hombres, y sentí que debíamos defenderla, impedir que fuera derribada, y con toda diligencia reuní un grupo de compañeros para discutir el asunto y oponernos públicamente al atentado. Enviamostelegramas pidiendo que se salvara el monumento al primer jefe, al gobernador del Estado, y fuimos en comisión a los diarios de la ciudad, donde encontramos franco apoyo a nuestra iniciativa; buscamos la colaboración de personalidades veracruzanas, que entendieron la necesidad de impedir este acto desconsiderado; efectuamos una velada, donde expliqué por qué considerábamos inútil e inconveniente la destrucción de ese edificio cuya existencia estaba vinculada a la crónica de la ciudad.
Todos nuestros persistentes esfuerzos lograron contener la obra destructiva, y aunque el viejo palacio permaneció abandonado y musgoso por largos años, no se renovó la funesta tentativa, y más tarde, con reformas y adiciones, se le restauró. Aquella decisión estudiantil lo salvó y, ligándolo al destino de la ciudad, sigue presidiendo las cotidianas alegrías y los desbordados regocijos de su pueblo.
Págs. 10 y 11

Segundo pasaje:

La acción del general Jara en el gobierno de Veracruz se había iniciado en forma verdaderamente pujante. Se empeñó en mejorar la capital del estado, dotarla de buenos servicios públicos y pavimentación; hizo construir calzadas de circunvalación para facilitar el tránsito. Levantó el magnífico estadio aprovechando la bella disposición natural del terreno en las colinas que circundan la ciudad por el monte de Pacho, desde donde se contempla el panorama de Jalapa. Este estadio, de audaz arquitectura –el más hermoso de la república-, lo construyó Jara con el sueño de que fuera el centro de reunión de la juventud y que, en sus aledaños, se levantara la Ciudad Universitaria, desatinada a su formación intelectual, estética y humana.

Todos los impulsos del general Jara eran los de un hombre que, habiendo servido lealmente a la Revolución, sentía la necesidad de promover esta realización de orden superior. Yo tuve la suerte de asociarme a este esfuerzo generoso de exaltación de los valores morales introducidos por el movimiento social. Paralelamente a estas obras se iniciaron otras de trascendencia pública en torno a la salud y el bienestar del pueblo, atacando problemas que exigían una atención preferente. En el ramo de carreteras se mejoraron las existentes y se abrieron otras nuevas, se erigieron numerosos edificios escolares y se favoreció el desenvolvimiento de las organizaciones obreras y campesinas.

Yo comprendí toda la pasión, todo el amor que este hombre extraordinario puso en su obra de gobernante y con idéntico entusiasmo me ocupé de la obra cultural, que no obstante las limitaciones del ambiente trascendió más allá de los confines del estado y aún de la república.
Pág. 153.